En el monte, murío Cristo,
no murió por sus pecados,
que murió por los ajenos.
Enclavado esta en la Cruz,
por vuestros clavos de hierro;
Padre mío de mi alma,
divino manso cordero,
yo soy aquel pecador
que tan afligido os tengo.
Hasta la tierra que piso,
Padre mío, no merezco,
un alma tengo emprestada,
desde luego os la ofresco,
que la lleveís a gozar
a vuestro Cielo verdadero,
que si vos lo rogaís,
seguro tendré, yo el Cielo,
para que goce y descanse;
por los siglos de los siglos.
Amén
(Autor: Desconocido)
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