Y yo una vez que haya sido elevado sobre la tierra,
atraeré a todos hacia mí” (Jn.12;32)
Mes de
Octubre, el Mes Morado, fecha en el que de forma especialí nuestras almas se revisten de
piedad y penitencia, fe y tradición. Almas que claman desde lo más profundo de
su ser por encontrarse con el Señor de los Milagros, Cristo Crucificado que
recorre las calles de Lima mostrando el amor hasta el extremo de Dios por la
humanidad, invitándonos a la vez a una profunda y real conversión.
Primera
meditación:
Muestra del amor infinito de Dios
“Tanto
amó Dios al mundo que entrego a su Hijo único, para que todo el que crea en él
no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para
condenarlo, sino para salvarlo por medio de él” Jn. 3; 16-17)
Al
acercarnos con corazón reverente y silente a la sagrada imagen del Cristo
moreno, descubrimos como centro el misterio del señor crucificado, en paralelo
con las imágenes del Padre y del Espíritu Santo, las cuales nos invitan a abrirnos
y contemplar el misterio de Dios Trinidad de amor, que a pesar de la
desobediencia del ser humano no abandona a su criatura, sino que en el momento
mismo de la caída promete la reconciliación (Gen.3;15), la cual se hace
concreta en su Hijo amado, nuestro Señor Jesucristo que encarnándose en María
Virgen y extendiendo sus brazos en la cruz nos ha elevado hasta la condición de
hijos de Dios.
Segunda
meditación:
Nos invita a seguirlo, cargando nuestra cruz
“El que
no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que quiera conservar su vida,
la perderá, y el que la pierda por mí, la conservará”.
El mes
de octubre tiene un color característico que es el morado, el mismo que no es
fruto de la casualidad, sino que evidencia el acento penitencial de este
tiempo. El recordado Papa Juan Pablo II nombró este mes como la cuaresma
limeña, por lo marcado de la oración y penitencia que en este tiempo se vive.
Tercera
meditación:
Evidencia nuestra actitud interior
Jesús
dio media vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?”
Como se
dio en los tiempos de la vida terrena del Señor, donde muchos se acercaban con
diferentes intenciones e intereses, según nos muestra la Sagrada Escritura, hoy
también podemos ver que miles de personas se acercan al Señor de los Milagros
cargados de esperanza, fe y amor por aquel que ha derramado su sangre en un
acto desbordante de misterio y amor.
También
podemos ver otras actitudes, como por ejemplo la de aquellos para quienes la
procesión no pasa de lo anecdótico, sin ninguna referencia para sus vidas. O
están también quienes se alegran por su presencia pero se conforman con verlo
de lejos porque creen que es inalcanzable y no hacen el mayor esfuerzo por
acercarse. Y por otro están quienes con la visón fija en el Señor luchan por
llegar a él, con el esfuerzo que eso implica, porque saben que solo en Cristo
esta la felicidad que el hombre no cesa de buscar.
Cuarta
meditación:
Nos invita al apostolado
El
Cristo de Pachacamilla, recorre nuestras calles transportado por cuadrillas de
cargadores. Hombres que levan sobre el peso de la majestuosa anda, con el único
objetivo de que el Señor llegue a todos. Ellos nos evidencian el apostolado
como un acto libre, esforzado y comprometido. Ellos con su avanzar coordinado,
acompañados de los himnos solemnes de piadosas cantoras y rodeados por el
incienso ofrecido por las sahumadoras, el mismo que se eleva al cielo con
nuestras oraciones, evidencian también el espíritu comunitario de la Iglesia
que como único objetivo tiene el anuncio del Evangelio, para la salvación de
todos los hombres.
Quinta
meditación:
Por el camino de la piedad filial
Junto a
la cruz estaban su Madre, la hermana de su madre, María la mujer de Cleofás, y
María Magdalena. Jesús al ver al discípulo que más amaba, dijo a su Madre:
“Mujer, ahí tienes a tu hijo. Después dijo al discípulo: “ahí tienes a tu
madre”. Desde ese momento, el discípulo la recibió en su casa.
Al
contemplar la sagrada imagen, nos encontramos también con nuestra Madre, la
Virgen Dolorosa quien al pie de la cruz sufre porque su único Hijo, sufre la
peor de las muertes, la muerte de cruz. Sin embargo la vemos firme porque sabe
que es necesario que su Hijo pase por esa humillación para que se lleve a cabo
nuestra reconciliación.
A
espaldas del anda nos encontramos con la Virgen de la Nnube, quien nos invita a
cercarnos confiados a su Hijo entregándole nuestro corazón.
(Fuente: desconocido)
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